¡Llega el otoño y el influjo de la luna!

Hay momentos en la vida en los que la luz se apaga.

Llegan tras un largo aviso, al que no has querido hacer caso, para no variar.

De repente llega de nuevo a tu vida ese frío helador que aparece en las épocas en las que solo deseas dormir y no despertar.

La tan ansiada soledad buscada, que no obligada, se va extendiendo por las diversas ramificaciones de tu cuerpo y la oscuridad se va extendiendo hasta el rincón más recóndito de tu ser.

Vuelven a tu mente antiguos recuerdos, duros recuerdos y luchas por no volver a imbuirte en ellos.

Cuentas con la suerte de tener personas que te quieren demasiado, como para dejarte caer de nuevo en las garras de la noche.

Y te planteas, cómo es posible que esto vuelva a suceder, es que no aprendiste nada……

El caso es que si aprendiste, pero fue a saber que desde aquel momento y hasta el fin de tus días, tú vida será un tiovivo con el que vas a tener que lidiar.

Qué fácil es siempre la teoría y qué difícil lo es la práctica, sobre todo cuando te la tienes que aplicar a ti mismo.

Han sido años duros, pero supongo que eso no es excusa, porque lo han sido para todos.

Uno cree que ha encontrado la fórmula para controlar estas situaciones, estas épocas, pero llega la dura realidad y del tortazo que te pega, te pone de vuelta y media en cuál es tu sitio.

Es curioso la de pensamientos que caben en un cerebro a lo largo de 24 horas y lo que nos encanta recrearnos en ellos.

Curiosamente siempre tenemos tendencia a ver el lado malo de las cosas y no todo lo bueno que nos rodea.

Admiro a las personas fuertes, positivas, optimistas, esas que logran encontrar motivos para levantarse día a día, esas que afrontan todo con la mejor de sus sonrisas, esas que pueden con todo lo que les viene y son capaces de dar a cada cosa solo la importancia que tiene, esas que se dan cuenta que estamos de paso y son capaces de vivir cada segundo como si fuera el último.

Y admiro sobre manera a quienes a pesar de las múltiples sombras de su vida, deslumbran con su sonrisa, aunque por dentro lleven el alma rota.

Ojalá la vida fuera tan preciosa como nos la mostraban en las películas.

¡Vive cada segundo como si fuera el último! Esa es la idea, esa es la teoría y al final, llega ese último y te das cuenta que no has sabido vivir.

Aviso para el creador, la próxima vez, antes de traernos al mundo, resetéanos y añádenos en las instrucciones de funcionamiento la forma de vivir bonito.

Toca una vez más iniciar de nuevo, sinceramente, no sé si quedan fuerzas y ganas para hacerlo, porque de todo se cansa uno.

En fin, que llega de nuevo el otoño, esos días cortos y oscuros, a la vez que con esa maravillosa mezcla de colores, el cual precede al largo y duro invierno, así que, esperemos lograr surfear las olas de los días venideros como buenamente podamos.

Desconozco si somos como el gusano de seda que acaba convirtiéndose en una espectacular mariposa o como la medusa turritopsis dohrnii, la medusa inmortal que de forma indefinida va de su origen a su madurez y vuelta a empezar. Personalmente preferiría ser lo primero, porque seguro que es mucho mejor vida; lo segundo, repitiendo una y otra vez lo mismo, visto lo visto, mejor nos lo saltamos.

¡Que comience el juego señores y Dios reparta suerte!