
Eran las 10:00 de la mañana y llegamos al pinar de Adrados a buscar piñas para que tata pudiera hacer la corona para la puerta en Navidad, pero este año las piñas no han crecido, se quedaron chiquininas, así que no nos valieron. De todas formas, es un lujo poder pasear por el pinar, cuántos recuerdos. El ver a Elliot lo que disfrutó nada más bajarse del coche, me llevó a mis propios momentos en dicho pinar. Cuantos días por allí con el colegio aprendiendo sobre la naturaleza en las clases de biología, cuantas excursiones con Don Carlos, cuantas tardes con amigas y amigos disfrutando entre sus pinos, subidos por sus piedras, haciendo el cabra para no variar, merendando, viviendo amores ocultos, pensando que aquello no se iba a acabar nunca.

Elliot también encima de las piedras, no va a ser él menos

La sonrisa que no falte

Por encima de las piedras como las cabras, el verano de 2020

Con mi tata el verano de 2020
Siguiente punto de parada, el campo santo, a ver qué tal seguían los abuelitos y Vivi, probando un segundo intento en la zona de Pormasol, pero tampoco había piñas de buen tamaño. Eso si, qué prestosos estaban los torines jugueteando por La Viña, como siempre.
Próxima parada, fuente de la salud a coger el agua para los riñonines de tata. Hoy estaba un poco desbordada, entre las lluvias de estos días y las hojas caídas, se había atascado un poquitín por los alrededores, nada serio que impidiese su recogida.
De camino al Soto para que Elliot corriera un rato por nuestro otro sitio de juegos, nos encontramos con Berto, marido de Lourdes, nuestro vecino de la calle San Roque de toda la vida y para nosotras, uno más de la familia, tanto él como todos los suyos. De lo bueno, lo mejor que uno se puede encontrar en este mundo, todos ellos.
Ya en el Soto, mientras el peque correteaba, volvían las imágenes de la infancia, esos comienzos de otoño en los que nos quedábamos ya solos, ese vacío de repente después de dos meses locos de verano, en los que íbamos a pasar las tardes entreteniéndonos como podíamos, que si trasteando por la ermita (o capilla; cómo la echo de menos cada vez que voy), que si jugando al baloncesto, al fútbol o a lo que se terciase, rememorando los acontecimientos del verano antecedente, cuando estaban todavía por el pueblo todos los veraneantes, vecinos del pueblo que ya solo podían venir los veranos o épocas de vacaciones, o todas aquellas personas que venían año tras año y que eran parte del mismo. Qué duro se hacía ese partir de todos los seres queridos, repitiéndose todos los años al acabar las vacaciones, pero sobre todo después del verano. Ese vacio que te quedaba de repente era desgarrador, notabas que te faltaba tanto y echabas tanto de menos lo vivido y a las personas, que costaba retomar el año, pero lo hacías una y otra vez, a la espera de que llegasen las siguientes vacaciones y el momento de poder volver a encontrarnos. Mientras, recurrías a las cartas, aquella costumbre tan maravillosa en la que nos poníamos al día hasta poder estar juntos de nuevo. Ni se cuántas pude llegar a escribir, todavía hace poco tiempo que destruí todas las que a mi me habían llegado a lo largo de los años de infancia, cuando hice limpieza del trastero, hasta en las épocas en las que no solo nos bastaba con escribir las cartas, si no que también decorábamos los sobres por fuera; anda que no dimos trabajo a los pobres carteros para encontrar las direcciones entre tanto dibujo y frase escrita; eso sí, seguro que alguno estuvo muy entretenido con nuestros sobres.

Toca regresar, pero no sin antes hacer la parada de rigor a coger los nicanores, quién puede ir a casa a Boñar y no comprarlos, es delito no hacerlo, pero hoy estaban de descanso, merecido, por supuesto, pues nada, a buscarlos en los sitios donde los venden; Angel Carlos hoy también descansaba, así que, como había que parar a echar gasolina, en la gasolinera.

De ahí tocó pasar por la plaza para ver si aún estaban los árboles chulos para la foto del calendario que nos hacemos todos los años, pero ya habían perdido todas las hojas. No pasa nada, se tira del baúl de otras veces.

Última parada en la gasolinera a repostar, charlar un poquitín con Natalia, comprar las cajas de nicanores para reponer fuerzas y hala, de vuelta a la ciudad.
Como cada vez que siento nostalgia, nada más llegar, lo primero coger los álbumes de fotos y rememorar viejos tiempos, porque esas están en papel, así que he copiado de ahí las que aquí pongo hoy.
La verdad es que sienta bien estar en casa, para mi Boñar es estar en mi casa, en mi hogar, por eso me da mucha vida hacerlo, me recarga de energía, sobre todo en épocas como la actual para mi, que está siendo complicada. Al igual que encontrarme con personas de allí, como hace un mes que me encontré con Conchi cuando yo salía de trabajar a la hora de comer en la plaza de Santo Domingo y nos dimos un fuerte abrazo, sentido, de corazón, a la par que comentamos sobre los recuerdos que nos traemos al día de hoy ambas con nuestros escritos, lo que nos hace emocionarnos enormemente; yo la sigo a ella en sus escritos y ella a mi en los mios; hacía mucho que no coincidíamos, porque antes la veía más a ella y a Monchín, pero llevábamos bastante tiempo sin vernos; o esta semana cuando me ha saltado aviso que mi amiga Yoly había empezado a seguirme en mi blog, que me hizo tanta ilusión como si me hubiera tocado la lotería, persona a la que quiero mucho y deseo que sea todo lo feliz que se merece, porque ya ha pasado más de lo que tenía que haber pasado y espero que la vida la esté compensando por fin con todo lo bueno que le debe; o cuando hace unas semanas apareció en la oficina Natalia, la mujer de Laurentinín, que mira que hacía también tiempo que no la veía, ni a ella ni a él y desde aquí le mando un súper abrazo, porque otro que no puede ser mejor persona y tener mejor corazón; o cuando pasan por la oficina a verme Susana y Josines, mi ricitos de oro, a los que quiero muchísimo; o cuando esta semana entró Evaristo por la oficina y de entrada no le reconocí con la gorra, pero al que le di un achuchón por el tiempo que hacía que no le veía; o cada vez que pasa Poldo el de Voznuevo y nos preguntamos con cariño por ambas familias; o Eri el que regentó el bar y también nos ponemos al día; o cuando me he encontrado con Focho y Amor cuando he salido a tomar el café y pasan para ir al dentista; o cada vez que estoy con mis dos soles, Yovy y Elena, que son mi mejor apoyo y a las que quiero infinito.

Las cuatro amigas un septiembre de aquellos años

Con Cris, acompañándola a la salida en la piscina, porque ella ya se tenía que ir, seguro que a echar una mano a sus padres en la pastelería

Uno de los múltiples equipos a los que íbamos a ver jugar al baloncesto las tardes de verano echando horas en la cancha (recorte de periódico que conservo de aquellos años porque en esta foto hay buenos amigos, alguno por desgracia ya en el cielo)

Mis Dos Soles, repitiendo este año en mi cumpleaños, la foto del año en que tata cumplió 50 años

Mis Dos Soles, el día del 50 cumpleaños de tata
Como en todos los sitios, es verdad que hay gente buena y gente mala, pero he de decir que para mi los malos son irrelevantes y me quedo con todos los buenos, que por suerte han sido y son muchos, gente sana, noble, de buen corazón y con la que me gusta encontrarme, abrazarles, achucharles, sentirles cerca y a los que ya no están con nosotros traerles a la memoria, porque yo si puedo decir que he tenido la muy buena suerte de conocer y tratar con personas no solo maravillosas, si no auténticos fenómenos. Supongo que en todos los pueblos pasará igual, pero yo solo puedo hablar del mio y hemos tenido personas muy particulares, a la vez que brillantes en múltiples facetas, de las que son difíciles que se repitan. Siempre me gustó mucho estar con personas más mayores, eso me aportó experiencias y conocimientos que sino no tendría hoy en día, de ahí que me sepa refranes, dichos o utilice expresiones que para mi son normales y por lo que descubro a veces, para el resto de los mortales no tanto, así como me ha permitido crecer siendo mejor persona.
Antes estaba en las redes sociales, pero como desde enero ya no estoy, hay personas de allí (que viven en el pueblo o fuera de él, siendo del mismo o no siendo, pero que formaron o forman parte de su existencia), que por desgracia ya no tengo el contacto, o tampoco había logrado localizarlas por las redes sociales, algo que me hubiera gustado, porque para mi es importante mantener en mi vida a todas las personas que quiero, pero si de ellas alguna me sigue, quiero que sepais que no me olvido de nadie, os tengo a todos presentes y os echo de menos, por lo que al menos espero que me tengais también en vuestro pensamiento, como yo os mantengo y os mantendré para siempre en el mio y que si alguna vez os acordais de mi, sea con un sentimiento bonito, de cariño, como yo lo siento por vosotros.
¡Con todo mi amor, para mi hogar Boñar y mis gentes! – ¡Por favor, si a alguien no saludo, no es por bordería, es que no me he dado cuenta, o no le ubico, así que, si ocurre, decídmelo, que soy súper asequible y amigable!
¡Hasta mi próxima visita mi Pico Cueto, lugar de mi morada eterna!

Foto realizada desde mi casa en mis años de juventud

La que siempre será mi casa, Calle San Roque, Nº 15
Los recuerdos primigenios son siempre evocadores – me encanta cómo los describes y los ubicas en tu querido Boñar – yo llegué allí en el 94 guiado por el fascinante mundo de los explosivos y contacté con tu familia – guardo muy buenos recuerdos de aquella época – un abrazo para toda la familia
Me gustaLe gusta a 1 persona
Nosotros también!! Un abrazo enorme 😘😘
Me gustaMe gusta
Tan natural como siempre, tan sencillo y a la vez tan profundo. Esta vez hasta me veo en una foto. Un besazo chiquitina, porque siempre serás la peque
Me gustaLe gusta a 1 persona
Claroooo, anda que no me tuvísteis que cuidar. Un abrazo enormeeeee
Me gustaMe gusta