¡Feliz Navidad Tata!

Tata, ya te había escrito en uno de tus cumpleaños, pero nunca es suficiente lo que se pueden llegar a agradecer los detalles en la vida.

Tú mejor que nadie me conoces y sabes de todos mis demonios, así como sabes que no está siendo un buen año, por eso necesito agradecerte una vez más el estar a mi lado, el hacer que no esté sola y el luchar para que yo esté bien, el hacer todo lo posible por cuidarme y protegerme.

Como tú sabes, yo siempre digo que hay que ser buenas personas todo el año, día a día, no solo en estas fechas, pero parece que estos días está uno más sensibilizado si cabe que en otros, lo cual es una pena, porque mejor nos iría a todos y a la sociedad en general, si esto no fuera flor de un día, como se suele decir.

Habrá que proponerlo en las listas de propósitos de año nuevo de todo el mundo, a ver si alguna vez lo logramos: Propósito Número 1 = Ser Buenas Personas, ¿quién se apunta a llevarlo en su lista?

A pesar que nunca tuvimos las Navidades que siempre has soñado, de esas que salen en las películas, familiares, con todos reunidos a lo largo de una mesa, en la que se hacen cosas juntos en familia y se irradia amor por todos los lugares por los que se pasa, año a año intentas que nazca realmente el espíritu navideño en todos nosotros.

Ya se que no te lo pongo fácil y de verdad te digo que me encantaría que aunque solo fuera una vez en la vida pudiéramos irnos a Rovaniemi a estar con Yolopukki, montar en los trineos tirados por esos preciosos perros, montarnos en el trineo de los renos, ir en motos de nieve, que hiciéramos galletas de jengibre (bueno, yo haría lo que pudiese, que más bien sería poco o la versión de ser la catadora, que es la que mejor se me da), que pudiéramos estar en un pueblecito completamente navideño, que durante unas semanas nos olvidásemos de nuestras vidas y pudiésemos sentir ese espíritu que tú tanto inculcas año a año, que pudiésemos ir a escoger un árbol para decorarlo, el más grande que encontrásemos, lo que sería toda una aventura, que nos juntásemos con los vecinos y con los amigos para cantar villancicos junto a una buena taza de chocolate, es decir, que aunque solo fuera por una vez, viviéramos una auténtica Navidad.

Lo único que sí podemos decir que hemos logrado es tener y mantener ese espíritu infantil de la alegría y la sorpresa que tiene la noche de Reyes, esa noche mágica donde las haya, en la que aunque pasen los años y muchos consideren que ya no tenemos edad de ello, nosotras seguimos con la mayor de las ilusiones esperando que llegue, con los consiguientes nervios y a la mañana siguiente nos levantemos como si fuésemos a tener el mejor de los regalos y siempre lo tenemos, porque todo lo que se regala con amor no puede ser más que el mejor regalo, aunque sea un riquísimo caramelo o un sugus, porque el presupuesto ese año no haya dado para más.

La primera parte de la Navidad ya ha pasado, la que tú siempre dices que no es un día más (porque es la más entrañable, familiar, hogareña), aunque yo diga que lo es, para no pensar y llevar mis demonios lo mejor posible y de nuevo has logrado que la pase con Paz y tranquilidad, aportándome el amor que sabes que necesitamos.

La segunda parte es la Noche Vieja y el Año Nuevo, que a mi no me dicen nada salvo que en muchas cosas hay que empezar a luchar de nuevo, como si todo lo que hubieras hecho hasta ahora no hubiese valido para nada, o para venir a recordar que otro año ha pasado haciendo balance de lo acontecido, que pocos años suele predominar por lo bueno, aunque tenemos claro que es con lo único que hay que quedarse, o con lo único que nos ayuda a seguir viviendo pensando en bonito para tirar para adelante. Esta si que podemos decir que es una noche más, porque nunca nos enseñaron a celebrarla o festejarla como suele hacerse.

La tercera parte es la más bonita, nuestra preferida, la más mágica de entre las mágicas, la llegada de sus majestades los Reyes Magos, la noche de los nervios, de irse más pronto de lo habitual si cabe a la cama para intentar dormir, algo arduo difícil cuando tu imaginación divaga entre las miles de posibilidades que pueden aparecer a la mañana siguiente en el sofá. Qué sería de los seres humanos sin la inocencia de la sorpresa y sin la alegría de la emoción por lo inesperado. Pocas cosas hay tan maravillosas y sin necesidad de tener que gastarse una locura de dinero en hacerlo (que ojo, quien se lo pueda permitir, me parece genial que lo haga, si con ello ilumina la vida de la persona a la que se lo otorga). Los regalos no se hacen por cumplir, se hacen por amor, por demostrar a la otra persona que es importante para ti y para demostrarle que no se puede perder jamás la ilusión ni la inocencia de la niñez. El brillo que irradian los ojos de una persona demuestra lo que siente, por algo se dice que los ojos son el espejo del alma y no hay sensación más hermosa que ver sonreir a unos ojos.

Por todo esto quiero darte las gracias mi tata querida, porque Te Quiero Muchísimo, porque no se cómo agradecerte todo lo que haces por mi cada día, por cuidarme y por protegerme, por estar siempre a mi lado y por ser la mejor hermana mayor que nadie podrá jamás desear.

¡Te Quiero Hasta el Infinito y Más Allá!

¡Feliz Navidad Tata, porque te lo mereces y mereces ser la persona más feliz del mundo!

¡Ojalá Dios te recompense en su justa medida!

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